miércoles, 6 de junio de 2012

Lo que no vemos, también está presente..

El agua es un cordón umbilical que lo conecta todo con todo y nos hermana con el más vasto y desconocido ámbito natural de este planeta. En los mares se esconden ingentes sorpresas que alimentarán durante siglos la curiosidad de los científicos y la admiración de todos los demás.

Que tantas veces nuestro mundo haya sido denominado nave Tierra ofrece la posibilidad de considerarnos el capitán del barco. Es decir, los máximos responsables de lo que realmente sucede ahora mismo a bordo. Y para seguir con metáforas marineras lo peor que sucede es ignorar que navegamos en un auténtico Arca de Noé. Que la supervivencia de la vivacidad depende ya, por completo, del rumbo que tomemos. Y no cabe la menor duda de que, de momento, la singladura se dirige al naufragio. Pero no solo el de nuestra embarcación sino el del mismo mar. Los océanos se ahogan. Lo cierto es que las agresiones a los cimientos de la vida resultan tan cuantiosas como incalificables. Por la más que sencilla, obvia razón de que si todo comienza en las aguas, también todo va a parar a las mismas. Más pronto o más tarde todo lo que sucede en tierra firme puede ser arrastrado por las aguas continentales y llegar a los océanos. Se estima en concreto que cada segundo, y esto desde hace medio siglo, unas doscientas toneladas de elementos tóxicos llegan a los mares.

Nada menos que unos diez mil accidentes han sido registrados en los últimos 70 años con los petroleros como protagonistas. De los mismos al menos un centenar han supuesto severos impactos, reales catástrofes ambientales. Unos diez han llegado a la condición de verdaderas tragedias para el planeta.

Se puede afirmar que casi todos los caladeros estén sobreexplotados. O que los residuos de plástico formen islas más grandes que países grandes. Siete veces Francia, en concreto, la que ocupa el Pacífico central.




CONCLUSIÓN: todavia estamos a tiempo de poner remedio, quizá cuando veamos las orejas al lobo sea demasiado tarde..

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